Debido a lo acontecido hace un tiempo sobre el joven escolar que se suicidó luego de una mala gestión por parte del colegio y las policías, cuando lo descubrieron con marihuana en el establecimiento escolar, es de suma importancia tratar el consumo de cannabis en menores de edad y su nueva visión ante el uso medicinal. Ante todo es primordial que los jóvenes no consuman cannabis, a no ser que sean casos medicinales que lo ameriten. Y en el caso de un inevitable consumo, hay que saber entenderlo y abordarlo disminuyen daños y riesgos, para ello les presentamos este completo artículo.
LA PLANTA DE LA DISCORDIA
Como es de conocimiento cada vez más público, la cannabis es, sino la más, una de las plantas más antiguas usada por el ser humano; ha sido utilizada en todas las tradiciones espirituales, ha sido consumida en todos los continentes por sus efectos terapéuticos y psíquicos que buscan la curación, la embriaguez o elación, la excursión psíquica, las experiencias místicas y la comunión con Dios.
En nuestra cultura occidental, la controversia surge el siglo xx, con una nueva actitud controladora y recelosa que aparece contra algunas drogas, recelo sin duda impulsado por intereses de diversas industrias (farmacéutica, textil y papelera entre otras), además de constituirse el prohibicionismo en un efectivo medio de control social.
Desde los años cincuenta, la cannabis pasa de ser la sustancia mágica de pequeñas elites intelectuales, o la planta terapéutica ancestral de diversas culturas, a convertirse en la sustancia ilícita más consumida en el mundo, especialmente por los jóvenes. Curiosamente, desde su prohibición en adelante el consumo no ha cesado de aumentar, hoy hay más de 200.000.000 de usuarios en todo el mundo.
Si pensamos en las razones de esta preferencia juvenil, probablemente se deba a que la naturaleza de esta planta tiene semejanzas con el espíritu de la juventud, y sus efectos son afines con el carácter de la misma: predisposición a la risa, imaginativa, curiosa, existencialista, pacífica pero contestataria, que propende a la empatía y a la comunión grupal…evidentemente una planta que no es funcional a un sistema muchas veces absurdo e hipócrita, que ha generado una sociedad profundamente enferma y desigual.
Pero, curiosamente, resulta que la mayoría de las adicciones a sustancias, y los consumos perjudiciales, se deben a drogas legales, como el alcohol, el tabaco, tranquilizantes y anfetaminas y sus derivados. La cannabis es un compuesto psicoactivo susceptible de abuso, pero con un potencial de adicción y de daño psico-bio-social incomparablemente menor que el alcohol y el tabaco.
La mayoría de los usuarios de cannabis no tienen mayores problemas de adicción, pero se exponen a riesgos sociales y legales debido a que deben acceder a ella por medios ilegales.
EL PUNTO EN EL QUE NOS ENCONTRAMOS
Sabemos que el alcohol causa 2.5 millones de muertes cada año, sin embargo no lo prohibimos (ni su producción, distribución, venta y consumo). ¿Por qué? Porque tendríamos más muertes, más mutilados, más encarcelados, más violencia, más corrupción a causa de la prohibición. Un mundo en el que ninguno de nosotros quisiéramos vivir. En lugar de prohibir el alcohol, lo regulamos.
Sin embargo una política prohibicionista y moralizante es la que aplicamos a una serie de sustancias, entre ellas la cannabis, haciendo una distinción arbitraria y sin base en el potencial de daño y adicción, entre sustancias lícitas e ilícitas.
Nadie ha podido explicar la diferencia sustancial de éstas últimas con el tabaco, el alcohol, los psicofármacos y todas las cosas que son dañinas para la salud y no prohibimos.
Hoy en día en diversos lugares del planeta se están desarrollando conversaciones, foros, debates, conferencias, en torno a la urgente regulación del mercado de cannabis.
Este mercado de la droga ilegal más consumida en el planeta, la cannabis, es regulado casi en su totalidad por el narcotráfico. Regula la producción, distribución, puntos de venta, calidad, tipo… y por supuesto, a quién venderle. Es una regulación incapaz de controlar justamente porque es ilegal.
El narcotráfico socava la democracia de nuestros países, tiene el poder y los recursos para corromper los sistemas de justica, policiales, políticos, en suma, las instituciones, como podemos constatar en países hermanos como México y Colombia, pero tampoco es una realidad ajena a Chile.
Nuestro país ya muestra síntomas similares a los que han vivido todos estos países: el prohibicionismo ha gatillado el robustecimiento del crimen organizado, el aumento de la violencia y también del consumo.
Sólo en Santiago existen 83 poblaciones y tres macrozonas donde el temor aprisiona a sus habitantes. Sin servicios básicos ni presencia policial, están a merced de pequeñas bandas de traficantes que han hecho de esas zonas su centro de operaciones a punta de balas y amenazas (CIPER).
Ignorar lo que ocurre en nuestra región no es sólo irresponsable, sino que es dar un espaldarazo más a los narcos que con el negocio de la droga continúan financiando el terror, agradecidos de las políticas actuales.
Por otra parte el mayor problema de la guerra a las drogas como estrategia mundial para hacer frente a esta situación no radica simplemente en su fracaso para controlar el consumo y la provisión, sino en haber criminalizado ambos, lo cual ha generado y genera costos humanos y materiales muy superiores a cualquier daño o costo asociado al consumo de drogas.
Frente a esta realidad, el grupo de Democracia y Acceso a la Justicia convocado en el marco del Foro Hemisférico de la Sociedad Civil frente a los representantes de los países miembros de la OEA en Washington, declara: “Recomendamos a los gobiernos que aseguren la proporcionalidad justa de las penas distinguiendo entre grandes traficantes y otros tipos; el establecimiento y ampliación de las alternativas al encarcelamiento para aquellos acusados por delitos de drogas menores no violentos; la necesidad que el consumo “se debe separar del campo penal”, terminando con la penalización de usuarios; y la regulación del mercado de cannabis”.
En Chile tenemos una de las leyes de drogas más represivas que se conocen, a pesar de estar permitido su consumo, es ambigua en relación a los medios para proveerse para dicho consumo, impulsando a sí a los consumidores a vincularse con el narcotráfico para proveerse. La razonable alternativa de ejercer el autocultivo conlleva el peligro de ser víctimas de violentas acciones policiales de allanamiento e incautación. Esta ley establece que la cannabis es una droga dura que debe ser perseguida con igual fuerza que la heroína, lo cual alimenta la silenciosa guerra que la sociedad les ha declarado a los jóvenes, que justamente constituyen la mayor parte de los consumidores, ya que el 65% de los usuarios son menores de 25 años y el 68% de los detenidos por infracciones a la ley de drogas también son menores de esa edad.
Chile no puede seguir ausentándose del reconocimiento que estas políticas han fracasado, para luego avanzar en reformas sensatas como la regulación de las drogas.
Debemos avanzar en una política de drogas fiscalmente responsable basada en la ciencia, la salud y los derechos humanos, gatillada por cambios estructurales, como el mover el SENDA desde el Ministerio del Interior a Salud; y cambios de fondo, respecto a la manera que enfrentamos las drogas que algunos han elegido para ser ilícitas. La regulación es el único modelo honesto que nos permitiría tener una educación sincera y alternativas de prevención y de rehabilitación efectivas para contener el consumo.
Es necesario disponer de recursos para una prevención basada en la gestión y reducción de riesgos y daños, información veraz y desideologizada, educación y salud. Los resultados serán alentadores, así lo indican diferentes experiencias. El principal interesado en que el sistema de fiscalización actual se mantenga es el propio narcotráfico, porque de allí proviene su principal negocio.
Tal como dice el Diputado Sebastián Sabini, Presidente de la Comisión Especial de Drogas y Adicciones de Uruguay : “Hoy como ayer el mundo mafioso del narcotráfico se regocija ante nuestras especulaciones “. Es hora de cambiar.
CANNABIS Y JÓVENES
¿Cómo enfrentemos entonces esta realidad con nuestra juventud? ¿Qué consecuencias tendría para ellos la despenalización de la cannabis en nuestro país?
Por supuesto que todos quisiéramos que nuestros jóvenes crecieran y se desarrollaran libres del consumo de cualquier sustancia potencialmente perjudicial, lícita o ilícita, y se abstuvieran de su consumo hasta, al menos, llegar a la madurez, tanto física como psicológica.
Pero la realidad es otra, y nuestro deber es trabajar con la realidad, y es en este contexto que surge este nuevo modelo. Poner la abstinencia como único objetivo de la gestión preventiva es condenar la prevención al fracaso.
Un nuevo paradigma, más sensato y compasivo, está ganando adeptos en todo el mundo, y Chile no es la excepción…
REDUCCIÓN DE DAÑOS
La reducción de daños es un conjunto de intervenciones preventivas, sanitarias y sociales, que tienen por finalidad minimizar los riesgos por el uso de alcohol, drogas psicoactivas y psicofármacos, así como reducir los daños que puedan causar sus consumos abusivos. Estas intervenciones entre las poblaciones vulnerables o sometidas a situaciones de riesgo debido al uso de alcohol y drogas, sean usuarias potenciales, eventuales o crónicas de las mismas, se proponen informar sobre las conductas inapropiadas, riesgosas y peligrosas en el uso de esas sustancias, así como habilitar y otorgarle competencias a aquellas personas y sus entornos familiares, sociales e institucionales, para recomendar y gestionar las conductas adecuadas a cada situación.
Asimismo, estas intervenciones preventivas deben hacer disponibles los recursos necesarios y los entornos apropiados para no inducir conductas inadecuadas y, en cambio, promover comportamientos de auto cuidado.
Considerando lo anterior entendemos por Reducción de Daños:
- Toda acción individual, colectiva, médica o social, destinada a minimizar y reducir los efectos negativos del consumo de drogas y otras prácticas asociadas como la sexualidad insegura y las situaciones de violencia- en las condiciones jurídicas y culturales actuales.
Y por Reducción de Riesgos:
- Toda acción individual, colectiva, médica o social orientada a disminuir, administrar y autogestionar la probabilidad de daños, consecuencias negativas e indeseadas asociadas al consumo de drogas – y otras prácticas como sexualidad insegura y situaciones de violencia-.
¿Quiénes emplean y recomiendan la reducción de daños y la gestión de riesgos?
- En la Unión Europea, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, en algunos estados de Estados Unidos y en algunos países de América Latina se vienen empleando con indiscutible éxito las concepciones y prácticas de reducción de daños y gestión de riesgos para la prevención y tratamiento de las consecuencias sanitarias y sociales del consumo de alcohol y drogas, prácticas sexuales de riesgo y uso de violencia.
- Los procedimientos de reducción de daños en el campo sanitario se han originado en la sociedad civil, pero se han ido institucionalizando en los sistemas de salud y asistencia social además de ser aplicados como políticas públicas en Brasil, Colombia y Argentina.
- Los organismos internacionales del sistema de las Naciones Unidas encargados de promover la salud como la OMS (Organización Mundial de la Salud, ONUSIDA (Oficina de Naciones Unidas para la lucha contra el VIH-SIDA) y el Fondo Mundial de la Población, recomiendan a los estados la promoción de las prácticas de reducción de daños y gestión de riesgos a causa del uso de alcohol y drogas, para las prácticas sexuales de riesgo y los efectos de padecer o ejercer violencia.
Las recomendaciones para la reducción de daños y gestión de riesgos no sustituyen a las recomendaciones de abstinencia o abandono de esas prácticas de riesgo, sino que las complementan o deben considerarse un camino, tránsito u objetivo intermedio para hacer abandono de las prácticas de riesgo.
Entendemos la Reducción de Daños como:
- Un abordaje de “abajo-arriba” basado en la defensa del usuario de drogas, en lugar de una política de “arriba -abajo” basada en su criminalización y patologización.
- Un enfoque que promueve el acceso a servicios de bajo umbral como alternativa a los tradicionales enfoques de alta exigencia.
- Una alternativa de salud pública, frente a los modelos moralista/criminalista y “de enfermedad” del consumo y adicción de drogas.
- Un modelo que reconoce la abstinencia como resultado ideal, aceptando las alternativas que reducen el daño. (Marlatt 2001)
- Según la perspectiva de reducción de daños, una estrategia que esté exclusivamente dirigida a disminuir la prevalencia del uso de drogas, en pos de ese único objetivo, puede solamente aumentar varios de los daños relacionados con las drogas. Esto no significa que la reducción de daños y el modelo de la abstinencia sean mutuamente excluyentes, pero sí que esta abstinencia puede ser un objetivo ni realista ni deseable para algunos sujetos en el corto plazo, situación que se da con frecuencia entre los adolescentes.
Los supuestos a partir de los cuales trabaja la Reducción de Riesgos son:
- La constatación de que las drogas se seguirán consumiendo por un importante sector de la población.
- La falta de información que hay en referencia a todas estas sustancias.
- El hecho de que hay población que no quieren abandonar el uso de ciertas drogas, pero están dispuestos a preocuparse por su salud y a cambiar hábitos para mejorar.
- La evidencia de que muchos de los problemas que ha llegado a tener la población usuaria de drogas podía haberse evitado con un trabajo informativo previo.
- Aunque la población mayoritariamente destinataria de la acción preventiva de RDR es la población potencialmente usuaria, los objetivos toman en consideración también al no usuario.
- Para las personas que han decidido no usar alcohol u otras drogas, la información pretende reforzar su posición y ofrecer en caso de uso, guías válidas para un uso responsable.
- Para las personas que han decidido usar alcohol y otras drogas, la información pretende proporcionar elementos útiles, que favorezcan el preservar modelos de uso de menor riesgo y, las personas que lo precisen, acceso a espacios de información y atención.
(Basado en Programas de reducción de riesgos del ámbito nacional al local. Josep Rovira, Asociación Bienestar y Desarrollo – Energy Control, España 2000.)REDUCCION DE RIESGOS Y DAÑOS, LA NUEVA MIRADA
REDUCCIÓN DE DAÑOS CON CANNABIS
Según casos registrados a lo largo de la historia y en documentos recientes, el cannabis es un buen remedio para combatir el síndrome de abstinencia causado por la dependencia a benzodiacepinas, opiáceos y alcohol. Por esta razón, algunos han hecho referencia a ella como la puerta de salida de las drogas. En este sentido y según los beneficios observados, pueden ser útiles tanto en la reducción de los síntomas físicos como del estrés que ocurre tras abandonar la droga de abuso. En la ciudad de Bogatá implementaron un exitoso plan de reemplazo de basuco( pasta base) por cannabis, bajo los principios de la reducción de daños.
En Chile también se aplica esta terapia de reducción de daños con cannabis, pero clandestinamente, impelidos los terapeutas o rehabilitadores por un compromiso con la verdadera ayuda, con la Salud Pública, aunque implique infringir la ley.
AUTOMEDICACIÓN O ENMASCARAMIENTO
En base a múltiples estudios, los profesionales de la salud deben tener en cuenta que ante un diagnóstico de abuso o adicción al cannabis, en especial durante la adolescencia, y en presencia de otros factores predisponentes, puede indicar una posible automedicación y/o enmascaramiento de psicosis.
REDUCCIÓN DE RIESGOS Y DAÑOS EN EL CONSUMO DE CANNABIS EN MENORES DE EDAD.
La reducción de riesgo propone intervenciones que determinen un posicionamiento claro respecto al consumo, las personas usuarias y su contexto. Por lo que éste no sólo no es neutro, sino que persigue el cambio y, de alguna manera, cierta transformación social. Y estas acciones tienen consecuencias. Si el trabajo con adolescentes requiere un tratamiento acorde con su realidad, y las drogas son una parte de ella, deben desarrollarse ideas alternativas al consumo cero.
Hay una serie de retos que tendrán que resolverse ¿Cómo promover la abstinencia sin excluir a quienes consumen?¿Se puede plantear cómo usar unas drogas que en este momento no están presentes pero lo estarán en un futuro cercano?¿Cómo detectar y actuar ante consumos problemáticos?
Al igual que en otros contextos sociales, es función de la escuela educar y ello no se limita a su espacio ni a su horario.
Además, la prevención no es sólo un medio sino también un fin para atender otros aspectos: el respeto, la aceptación de límites, la asertividad, la gestión del placer, la conciencia de riesgo, etc.
Las actitudes que se trabajan -como la prudencia o una postura crítica hacia lo que conecta o desconecta- también les podrán ser útiles para otras áreas de la vida.
Los jóvenes y no la sustancia tienen que ser el elemento central del trabajo preventivo. La información que se entregue en el aula debe ser parte de un proceso actitudinal que fomente la reflexión y la responsabilidad.
CANNABIS, MITOS Y VERDADES
1.- LA CANNABIS ES LA PUERTA DE ENTRADA A DROGAS MAS DURAS
No existe evidencia científica de que la marihuana sea la puerta de entrada a otras drogas. De hecho el 90% de los usuarios de marihuana nunca probó pasta base y el 73% nunca probó cocaína.
Como el consumo de marihuana es relativamente generalizado, es esperable que la mayoría de los que prueben otras drogas también hayan probado marihuana. Lo mismo pasa con el alcohol: un 100% de quienes probaron pasta base ha probado alcohol.
La única conexión real entre el uso del cannabis y de otras drogas es su ilegalidad. Los usuarios de cannabis, al ser una droga ilegal, tienen más posibilidades de encontrarse en situaciones en que otras drogas ilegales hagan su aparición. Nada de esto prueba que utilizar una droga conduzca o provoque la utilización de otra.
La verdadera puerta de entrada hacia otras drogas es el contacto con el traficante.
La Universidad de New Hampshire realizó un estudio sobre 1286 adultos jóvenes determinando que “la significación estadística de esta asociación desaparece al realizar los ajustes para el estrés y las distintas variables a lo largo de la vida”.
Finalmente, el IOM concluye que “el uso de marihuana no es ni causa ni predictor de desórdenes serios de abuso de sustancias”.(1)
En otras palabras, no se ha encontrado ningún apoyo a la teoría de la cannabis como puerta de entrada a otros consumos.
2.-LA CANNABIS ES UNA DROGA DE ALTA TOXICIDAD
El Cannabis, como cualquier droga, obedece al concepto griego de phármakon, veneno o medicina dependiendo de la dosis. Su toxicidad es muy baja comparada con otras sustancias de abuso, legales o ilegales. Se pueden desarrollar patrones de uso problemático y de adicción, pero es muy baja la proporción de consumidores que los desarrolla, y los daños potenciales son mucho menos graves que los asociados con el alcohol o el tabaco.
Según el estudio “Desarrollo de una escala racional para evaluar el daño de drogas de abuso” publicado en 2007 por The Lancet el Cannabis se encuentra número 11 en la lista de 20 sustancias, bastante detrás del alcohol, situado en el puesto 5, o el tabaco en el 7. La Heroína y el crack/cocaína encabezan la lista en 1er y 2do puesto. Esta escala divide el daño potencial en físico, a corto y a largo plazo, el potencial de dependencia, psíquico o físico o el daño social y los costos en salud. (2)
El estudio aclara “que en algunos casos, los daños causados por una droga en particular puede no ser completamente aislado de factores asociados con un uso o estilo particular. Por ejemplo el cannabis es comúnmente fumado como mezcla con tabaco, que puede haber elevado los valores de daño físico y dependencia entre otros”. Aún con el sesgo del daño producido por el tabaco, cuyo uso crónico produce una disminución de la expectativa de vida de 10 años, el consumo de cannabis mantiene en esta clasificación bajo nivel de peligrosidad.
Un el estudio del 2010 publicado también en The Lancet “Daño por drogas en UK: análisis de decisión multicriterio” concluye “el alcohol es una droga extremadamente dañina, tanto para el usuario como para la sociedad, calificando al máximo en ambas, siendo la droga más dañina. Incluso en términos sólo de toxicidad, en razón de su seguridad, el alcohol es más letal que muchas drogas ilícitas, como el cannabis (…)
Es claro hoy que el consumo de Cannabis es más seguro que el de otras drogas en relación a los riesgos para la salud.
No hay ninguna muerte por intoxicación aguda o crónica en la historia de la medicina atribuible únicamente al cannabis (3)
El Informe de La OMS de 1995 sobre el cannabis considera que el índice terapéutico, es decir las veces que hay que aumentar la dosis efectiva en el 50% de los animales de estudio (DE50), para producir la muerte en el 50% (DL50) de las preparaciones de cannabis es extremadamente alta comparada con otras drogas farmacéuticas o recreativas. La dosis letal, obtenida sólo en ratones, se eleva a medida que subimos en el árbol filogenético, sugiriendo por extrapolación que la dosis letal en humanos no se puede alcanzar inhalando o ingiriendo cannabinoides botánicos, ya que por estas vías el proceso de absorción se va solapando con la distribución, el metabolismo y la excreción. La vía que permite administrar más cantidad de compuesto es la oral, no pudiéndose lograr una dosis letal incluso administrando cantidades máximas. Drogas comúnmente usadas como el alcohol, el paracetamol o la cafeína tienen márgenes de 1 a 10, 1 a 33 y 1 a 45 respectivamente; el consumo de alcohol en un lapso de una hora de una dosis diez veces mayor a la efectiva puede producir la muerte.
3.- LA CANNABIS PRODUCE DEPENDENCIA
Algunos usuarios de cannabis desarrollan dependencia (de acuerdo a la IOM ( Institute of Medicine) entre 4% y 9%).
Son muy pocos comparados con otras drogas (incluyendo el alcohol y la nicotina), y su dependencia es menos severa. Cuando se produce dependencia, es en grandes consumidores y suele ser poco intensa y relativamente inespecífica: irritabilidad, alteraciones del sueño, falta de apetito, temblor y anorexia. No está claro que exista relación entre este leve síndrome de abstinencia y la conducta de autoadministración. Los consumidores compulsivos o regulares de marihuana no parecen actuar motivados por el miedo a los síntomas de abstinencia (4)
La dependencia psicológica, que implica el anhelo compulsivo e irrefrenable de consumir la droga, no parece producirse con el cannabis y, globalmente, no puede clasificarse como adictiva.(5)
4.- LA CANNABIS PRODUCE SÍNDROME AMOTIVACIONAL
El “Síndrome Amotivacional” no es un diagnóstico oficial, pero el término se aplica a personas jóvenes que abandonan las actividades sociales y manifiestan poco interés por el trabajo u otras actividades productivas. No se tienen datos que demuestren relación causal entre fumar marihuana y tales características de la conducta. (6)
Los consumidores abusivos de droga de nuestra sociedad son a menudo personas deprimidas, enajenadas, escépticas y rebeldes. No es la droga en sí la causa del abuso, sino la personalidad. El abuso es un síntoma del desajuste personal y social. El marco de la prohibición favorece al abuso, que se convierte en disculpa y justificación ante el fracaso ante las exigencias del sistema, o una forma de automedicación
5.- EL CONSUMO DE CANNABIS EN MENORES DE EDAD DAÑA EL TEJIDO CEREBRAL
La investigación fue realizada por los expertos de la Universidad de California, San Diego, EE.UU. quienes sondearon durante 18 meses a 92 jóvenes cuyos rangos de edad fluctuaban entre los 16 y 20 años.
Hace algunos meses se conoció sobre un estudio que aseguraba que la cannabis podía causar importantes deficiencias en el coeficiente intelectual de los menores de edad, aunque si era bastante segura para quienes comenzaban a consumirla después de los 18 años. Hoy una nueva investigación dice algo diferente, pues asegura que la marihuana es inofensiva para el tejido cerebral de adolescentes y adultos, no así el alcohol, que según algunos neurocientíficos afecta capacidades como la toma de decisiones, la memoria, niveles de atención, etc.
La investigación fue realizada por los expertos de la Universidad de California, San Diego, EE.UU. quienes sondearon durante 18 meses a 92 jóvenes cuyos rangos de edad fluctuaban entre los 16 y 20 años. Los sujetos de estudio fueron divididos en 2 grupos: Los que consumían marihuana y los que consumían alcohol.
El resultado fue tajante: los adolescentes que consumían alcohol tenían serios daños en su tejido cerebral, mientras los marihuaneros no presentaron tal deterioro en sus habilidades atencionales. Los datos fueron analizados con escaneo a los cerebros y entrevistas personales. Cabe señalar, que los jóvenes ya consumían estas sustancias desde antes que fueran parte de la investigación. Durante esta, los consumidores de alcohol bebían 5 o más tragos al menos dos veces por semana y los fumadores de cannabis lo hacían unas 9 veces semanales.
Los expertos señalan que en el cerebro existe una “materia blanca”, la cual es clave en actividades tan cotidianas como la toma de decisiones, este tejido cerebral se desarrolla en la adolescencia, antes de que los jóvenes cumplan 20 años y al parecer las bebidas alcohólicas en exceso interfieren en este desarrollo .
Dato bastante relevante, ya que los jóvenes podrían sufrir daños de por vida en la concentración y capacidad de decisiones por comenzar una temprana ingesta de alcohol. Esto también puede relacionarse con los estudios que señalan que mientras más joven se consume alcohol, más probabilidades hay de desarrollar un alcoholismo adulto.
De todos modos, el nivel intelectual no fue sondeado, ya que el rendimiento de los jóvenes en la escuela puede relacionarse con otros factores. Una persona inteligente puede ser perfectamente muy distraída.
Por otro lado, llama la atención que a los adolescentes les sea mucho más fácil conseguir alcohol que marihuana. Incluso, muchas veces los propios padres condenan más que su hijo se “drogue” con cannabis, que cuando este se emborracha. Estudios como este deberían ser analizados por las políticas de salud pública.
¿EL CONSUMO DE CANNABIS ES MEJOR SIN TABACO?
El diseño del estudio es, sin duda, original. Se trata de comparar a los adolescentes que consumen cannabis, los que lo hacen y además fuman tabaco, y aquellos que son ajenos tanto al cannabis como a la nicotina. El resultado del trabajo se publica en la revista Archives of Pediatrics&Adolescent Medicine.
Los autores entrevistaron de forma anónima a 5.263 estudiantes. De ellos, 455 habían consumido cannabis al menos una vez en los últimos 30 días. Por su parte, 1.703 declararon haber fumado esta sustancia pero con tabaco y 3.105 no habían tomado ninguna de las dos cosas.
Los resultados mostraron que en comparación con los adolescentes consumidores de tabaco y cannabis, los que sólo tomaban esto último eran más proclives a practicar deporte, a llevarse bien con sus padres y a tener buenas notas.
Además, declararon haberse emborrachado menos veces en los últimos 30 días y usar menos drogas ilegales adicionales.
Por otra parte, al comparar a estos consumidores sólo de cannabis con los que se abstenían de cualquiera de las dos drogas, los investigadores se sorprendieron.
Los primeros se relacionaban mejor con el medio, se llevaban mejor con sus padres y, aunque tendían más a faltar a clase, eran tan buenos estudiantes como los segundos.
CONCLUYENDO
Estando convencida que no es tema fácil el de las drogas en relación a los adolescentes, la información veraz y pertinente, la guía paciente y respetuosa de los adultos significativos en sus vidas, capaces de crear las condiciones para que ellos puedan cultivar la responsabilidad y el autocuidado, la capacidad de pensar y actuar con independencia y dignidad debería ser nuestro norte.
Debemos asumir que el problema no está en las sustancias, el problema está en los seres humanos y sus heridas…Nada hay más protector y sanador que vínculos auténticos con personas plenamente presente, sean estos padres, profesores, terapeutas, doctores…Ese es el desafío
Fuente: Fundación Daya -Controversia Científica sobre la Marihuana, Dr. Avelino Jimenez -Psicoterapia de Reducción de Daños, un nuevo tratamiento para problemas de drogas y alcohol, Andrew Tatarsky -Eduardo Vergara, ONG Asuntos del Sur -Ibán de Rementería, Red Chilena de Reducción de Daños -La reducción de Riesgo en el Marco Escolar, Jordi BernabeuFarrús American College of Physicians. Supporting research into the therapeutic role of marijuana.Ver Citas & Referencias bibliográficas
David J Nutt, Leslie A King, Lawrence D Phillips, on behalf of the Independent Scientific Committee on Drugs, “Drug harms in the UK, A multicriteria decision analysis”, The Lancet, Vol. 376, Issue 9752, 6 de noviembre de 2010. 1 de noviembre de 2010
The House of Lords (Parlamento del ReinoUnido) , Science and Technology Committee, Cannabis: The Scientific And Medical Evidence, 4 Nov 1998..
Goodman y Gilman, Las bases farmacológicas de la terapéutica, Mc Graw Hill, 2006.
Abood M.E., Martin B.R., Neurobiology of marijuana abuse. TrendsPharmacolSci, 1992.
Flórez, Jesús, Farmacología Humana. 4ª Edición. Masson, Barcelona 2004